Yahir y su hermano gemelo tenían la misma edad, trece años, pero sus vidas en el colegio de Barranquilla eran muy diferentes. Mientras su hermano era estrella del equipo de fútbol y tenía muchos amigos, Yahir siempre jugaba solo. Cuando se anunció el gran torneo intercolegial, Yahir quiso unirse a un equipo, pero nadie lo aceptaba. Ni siquiera su propio hermano creía que fuera lo suficientemente bueno y no lo quiso en su equipo.
La situación lo hizo sentir profundamente herido y enojado, pero en lugar de rendirse, Yahir tomó una decisión: se convertiría en un mejor jugador. Cada tarde, después de clases, se quedaba en la cancha del barrio entrenando. Practicaba sus tiros, mejoraba su control del balón y corría para ganar velocidad. Al principio, su hermano y los otros niños se reían de él. Pero con el tiempo, Yahir comenzó a mejorar, y su hermano dejó de burlarse. Ahora, empezaba a verlo como un rival.
Cuando el torneo estaba por comenzar, a uno de los equipos le faltó un jugador y necesitaban un reemplazo. Desesperados, le ofrecieron el lugar a Yahir. Él sabía que era su oportunidad y la aceptó con determinación. Al principio, sus compañeros no confiaban mucho en él, pero cuando comenzó el torneo, Yahir demostró todo lo que había aprendido. Jugaba con inteligencia, corría con agilidad y hacía pases precisos. Su equipo avanzó partido tras partido hasta llegar a la final, donde, por casualidad, se enfrentarían al equipo de su hermano.
El partido fue intenso. Yahir jugó con el corazón, y en el último minuto, tuvo la oportunidad de marcar el gol decisivo. Miró a su hermano, quien lo observaba con incredulidad, y con un disparo certero, envió el balón al fondo de la red. ¡Su equipo ganó el torneo!
Después del partido, su hermano se acercó a él.
—No creí que pudieras hacerlo… pero lo lograste. Jugaste increíble.
Yahir sonrió. Sabía que no solo había ganado el torneo, sino también el respeto de su hermano y de todos los demás. Ese día aprendió que el talento no lo es todo: la dedicación, la perseverancia y la confianza en uno mismo pueden abrir cualquier puerta.
