Jana es una niña de 5 años que vive en un barrio tranquilo de Tegucigalpa. Cada tarde va al parque a jugar con su perrito Toby, un cachorro alegre que mueve la cola cada vez que escucha su nombre.
Un día, mientras Jana jugaba cerca del columpio, Toby vio pasar una mariposa amarilla —de esas que a veces vuelan entre las flores de mango— y salió corriendo detrás de ella.
—¿Toby? ¿Dónde estás? —preguntó Jana con la voz temblorosa.
Miró debajo de los bancos, detrás del árbol de níspero y junto al kiosko de las paletas, pero no lo encontró. Jana empezó a sentir un nudo en la garganta.
En ese momento apareció un policía muy amable, el oficial Martín, que estaba haciendo su ronda por el parque.
—Hola, pequeña, ¿todo bien? —preguntó con una sonrisa.
—Perdí a mi perrito… se llama Toby… —dijo Jana casi llorando.
El oficial Martín se agachó para quedar a su altura.
—No te preocupes, vamos a buscarlo juntos. Cuando uno no se rinde y pide ayuda, siempre encuentra una solución.
Caminaron por el parque preguntando a los vendedores, a las familias y a los niños que jugaban fútbol. Jana se sintió más tranquila caminando al lado del policía.
Hasta que de pronto escucharon:
—¡Guau, guau!
El sonido venía detrás de un arbusto lleno de flores rojas. Jana corrió y allí estaba Toby, feliz, con la mariposa todavía revoloteando cerca.
—¡Toby! —gritó Jana mientras lo abrazaba.
—Lo encontraste —dijo el oficial Martín sonriendo—. Fuiste valiente, Jana. Pediste ayuda y seguiste buscando. Estoy muy orgulloso de ti.
Jana regresó a casa con su mamá, llevando a Toby en brazos, y sintiéndose más feliz que nunca.






