Skip to content

Miel y el frasco de risas

Miel y el frasco de risas - cuento infantil

El cuento de Miel y el frasco de risas

Miel tenía siete años y un nombre que le pegaba perfectamente: era dulce, curiosa y siempre pegajosa de preguntas.
Desde que había llegado su nuevo hermanito, Nico, algo dentro de ella se había removido como un tarro de miel agitado.

Antes, mamá y papá la miraban solo a ella.
Ahora, parecía que todas las miradas —y las canciones, y los mimos— iban directas al pequeño burruñito dormilón del moisés.

Una tarde, mientras Miel dibujaba una abeja gigante con alas de purpurina, escuchó a sus padres reír en el salón con Nico.
Y justo entonces, plop, una lágrima le cayó al dibujo.
“¿Y si ya no me quieren igual?”, pensó, y su corazón se encogió un poquito.

Esa noche, no pudo dormir.
Así que se levantó, buscó su linterna con forma de estrella y bajó sigilosamente a la cocina.
En el estante más alto, entre los tarros de mermelada, vio uno muy raro: un frasco de miel con una etiqueta escrita a mano que decía “RISAS FAMILIARES — NO TOCAR (a menos que necesites recordar)”.

Miel lo destapó con cuidado… y del frasco salió un ¡Jijijajaja! tan fuerte que los vasos tintinearon en el armario.
Una nube dorada de risas flotó por la habitación y empezó a mostrarle imágenes como si fueran burbujas de recuerdos.

Vio a su mamá balanceándola cuando era bebé.
A su papá enseñándole a andar en bici.
Y luego, a los tres riéndose en el sofá, cubiertos de harina por intentar hacer un pastel.

Pero lo más sorprendente fue la última burbuja: ella, mayor, riendo con Nico en un columpio, cubiertos de helado de fresa.

—¿Lo ves, Miel? —susurró una voz suave que parecía venir del mismo frasco—.
Tu familia no tiene menos amor ahora. Tiene más.
Tu hermano no vino a quitarte nada… vino a añadir risas nuevas.

Miel se quedó callada un momento, observando cómo la nube de miel brillante se deshacía en el aire.
Luego cerró el frasco y lo dejó en su sitio, sonriendo.

Al día siguiente, cuando Nico se despertó y empezó a llorar, Miel fue la primera en acercarse.
Le acarició la manita diminuta y le dijo bajito:

—Tranquilo, pequeño. Ya verás, contigo las risas van a ser dobles.

cuento de hermanos - Miel y el frasco de risas

Y mamá, que había escuchado desde la puerta, sintió que aquel día el sol entraba un poco más fuerte por la ventana.

Desde entonces, Miel siguió siendo la niña dulce y curiosa de siempre,
pero con un secreto: sabía que el amor no se reparte, se multiplica.
Y cada vez que lo dudaba… abría un poquito el frasco de risas para recordarlo.

FIN

¿Te ha gustado el cuento? ¡Dínoslo!

¡Haz clic en una estrella para puntuarlo!

Puntuación media: 3. Votos totales: 2.

Hasta ahora, ¡no hay votos!. Sé el primero en puntuar este cuento.

Descarga el cuento de «Miel y el frasco de risas» en PDF

Vuelve a leer el cuento de Miel y el frasco de risas

Buscar