Hace mucho tiempo, en un bosque frondoso y tranquilo, vivía una liebre blanca que corría como el viento y ayudaba a todo el mundo. Se llamaba Neueta, porque su pelaje era tan blanco como la nieve de la cima de las montañas.
Todos los animales le amaban, porque era amable, alegre y siempre compartía lo que tenía.
Pero, sobre todo de un roble gigante, vivía una lechuza muy elegante, con plumas brillantes y mirada orgullosa. Se llamaba doctora Ullsgrans, y cada mañana se miraba en un estanque que utilizaba de espejo.
Un día, llamó a su espejo de agua y le preguntó:
— «Espejito de agua clara, ¿quién es el animal más bonito del bosque?»
Y el espejo respondió:
— «Eres muy hermosa, lechuza querida, pero la más bonita es la liebre Neueta, por dentro y por fuera.»
La lechuza se enfureció. ¡No entendía cómo podía ganarla una liebre sencilla! Así que planeó asustarla y hacer que se marchara del bosque.
Con una voz disfrazada, bajó del roble y le ofreció una manzana muy roja.
— «Tasta-la, dolça llebre. Et donarà més bellesa encara!»
Però Neueta era llesta. Va veure com brillaven els ulls de l’òliba i va respondre amb un somriure:
— «Gràcies, senyora òliba, però ja soc feliç així com soc.»
L’òliba, avergonyida, es va amagar entre les branques. Tots els animals, en veure la bondat de la llebre, la van felicitar.
Amb el temps, l’òliba va entendre que la bellesa de veritat és la que viu al cor, i va deixar de fer servir el mirall cada dia. En comptes d’això, va començar a explicar contes als petits ocells del bosc