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El gato marinero

El gat mariner

Había una vez, en un pequeño puerto junto al mar, un gatito llamado Pelusilla. Era un gatito de pelaje blanco y suave como el algodón, con bigotes largos como cuerdas y unos ojos tan brillantes que parecían dos estrellas. Pelusilla vivía en el muelle, donde pasaba los días observando a los pescadores y sus barcos. Pero lo que más le fascinaba era un velero blanco y elegante que pertenecía a Jorge, un marinero amable que siempre lo saludaba con una gran sonrisa.

Cada vez que el viento inflaba las velas del velero, Pelusilla sentía una emoción especial. Se imaginaba navegando por mares lejanos, persiguiendo peces saltarines y explorando islas misteriosas. Pero había un problema: los gatos no saben navegar. Sin embargo, eso no detuvo a Pelusilla. Un día, decidido a convertirse en marinero, saltó al velero de Jorge y se escondió entre las cuerdas.

Cuando Jorge lo encontró, se echó a reír.
—¿Qué haces aquí, Pelusilla? —preguntó, viendo cómo el gatito se movía entre las cuerdas—. ¿Quieres ser marinero?

Pelusilla respondió con un fuerte «¡Miau!», y Jorge decidió enseñarle todo lo que sabía. Así comenzó la gran aventura de Pelusilla para convertirse en el primer gato marinero del puerto.

Jorge le enseñó a hacer nudos con las cuerdas. Con sus pequeñas patas, Pelusilla practicaba hasta que los nudos le salían casi perfectos. También le enseñó a escuchar al viento, que era como una voz del mar indicando por dónde debían ir. Pelusilla levantaba las orejas y seguía atentamente las explicaciones de Jorge, moviendo la cabeza como si entendiera cada palabra. Finalmente, Jorge le dejó tocar el timón.
—¡Un buen marinero siempre mantiene el rumbo, Pelusilla! —le decía.

Después de mucha práctica, llegó el gran día. Jorge y Pelusilla salieron a navegar. El viento inflaba las velas, y el velero avanzaba elegante por las aguas azules. Pelusilla, con un pañuelo azul en el cuello, miraba emocionado cómo el puerto se hacía pequeño a la distancia. Pero, de repente, el cielo se llenó de nubes grises, y una ráfaga de viento sacudió el velero.

—¡Pelusilla, ayúdame con las velas! —gritó Jorge.

El pequeño gato no se asustó. Con sus ágiles patas, saltó hacia una cuerda y deshizo un nudo. Luego corrió hacia otra vela y la bajó justo a tiempo. Trabajando juntos, lograron mantener el velero a salvo hasta que el viento se calmó y el cielo volvió a ser azul.

Cuando regresaron al puerto, Jorge levantó a Pelusilla y lo miró con orgullo.
—¡Eres un verdadero marinero, Pelusilla!

Esa noche, Pelusilla se quedó dormido en el velero, bajo un cielo lleno de estrellas. Soñaba con mares lejanos, donde el viento le susurraba secretos y las olas lo invitaban a nuevas aventuras. Desde entonces, todos en el puerto conocieron la historia de Pelusilla, el gato marinero que había aprendido a navegar en un velero.

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