Skip to content

Aladino y la lámpara mágica

Aladino y la lámpara mágica

Hace muchos, muchos años, en una ciudad lejana, vivía un joven llamado Aladino. Era un chico pobre y algo travieso, que pasaba los días jugando y haciendo poco esfuerzo. Vivía con su madre, quien siempre le decía:

—¡Aladino, tienes que trabajar para ayudarnos!

Pero un día, todo cambió. Un hombre misterioso apareció en el pueblo. Este hombre era un brujo disfrazado, y al ver a Aladino pensó: “Este chico será perfecto para mi plan.”

—Hola, Aladino —le dijo con una sonrisa—. Soy tu tío, y quiero ayudarte.

Aladino se sorprendió, pues no sabía que tuviera un tío. Pero el brujo le prometió riquezas y aventuras, y lo llevó al desierto, donde había una gran roca. Con un hechizo, el brujo hizo que la roca se abriera como una puerta.

—Dentro de esta cueva hay tesoros increíbles —dijo el brujo—. Entra, pero recuerda: solo debes traerme una vieja lámpara que está allí.

Aladino entró en la cueva y quedó maravillado. Había montañas de monedas de oro, joyas brillantes y piedras preciosas. Al fondo, vio la lámpara de la que hablaba el brujo. Al tomarla, quiso salir, pero el brujo le dijo desde afuera:

—¡Dame la lámpara primero!

Aladino sospechó que el hombre no era de fiar y se negó. El brujo, furioso, cerró la cueva dejando a Aladino atrapado. Asustado y solo, Aladino frotó la lámpara para limpiarla… y de repente, ¡un enorme genio salió en medio de un humo denso!

—Soy el genio de la lámpara —dijo con una voz poderosa—. ¿Qué deseas, mi amo?

Aladino, aun temblando, respondió:

—¡Ayúdame a salir de aquí!

El genio hizo un gesto con la mano y, en un instante, Aladino estaba fuera de la cueva con la lámpara en las manos. Corrió a casa y le contó todo a su madre.

—¡Este genio puede concedernos cualquier deseo! —le dijo.

Al principio, su madre no lo creyó. Pero cuando desearon comida y apareció un banquete delicioso, quedó sin palabras.

Con el tiempo, Aladino se hizo rico gracias al genio, pero no solo quería riquezas. Un día, vio a la princesa del reino, la hermosa Badar, y se enamoró de ella. Pidió al genio que lo ayudara a conquistar el corazón de la princesa. Con joyas preciosas y un magnífico palacio que el genio creó, Aladino se ganó el favor del sultán y se casó con la princesa.

Pero la historia no termina aquí…

El brujo, que aún quería la lámpara, ideó un nuevo plan. Se disfrazó de comerciante y fue al palacio de Aladino.

—¡Cambio lámparas nuevas por viejas! —gritaba.

La princesa, sin saber que aquella lámpara vieja era mágica, se la dio al brujo. Este, con la lámpara en su poder, ordenó al genio trasladar el palacio y a la princesa a un país lejano. Cuando Aladino descubrió lo sucedido, se sintió muy triste, pero no se rindió.

Recordó que tenía otro tesoro mágico: un anillo con un genio más pequeño. Al frotar el anillo, el genio apareció y le dijo:

—¿Qué deseas, mi amo?

—¡Ayúdame a encontrar a la princesa y la lámpara!

El genio lo llevó hasta el palacio, donde Aladino engañó al brujo y recuperó la lámpara. Con la ayuda del genio, derrotó al brujo para siempre y devolvió el palacio y a la princesa a su lugar original.

Desde aquel día, Aladino y Badar vivieron felices. Aunque tenían la lámpara mágica, Aladino aprendió que la verdadera riqueza era el amor y la sabiduría.

Y así termina la historia de Aladino, el chico que encontró una lámpara maravillosa y cambió su destino.

Pinta el cuento de Aladino y la lámpara mágica

Descarga el cuento de Aladino y la lámpara mágica en pdf

Volver a leer el cuento de Aladino y la lámpara mágica

Buscar